Durante muchos años, trabajé en el mundo de la hostelería, un campo que me enseñó la importancia de la atención al cliente y el servicio a los demás. Fue una experiencia enriquecedora que me permitió desarrollar habilidades interpersonales y aprender a gestionar diversas situaciones con eficacia y empatía. Sin embargo, con el tiempo sentí la necesidad de hacer un cambio y seguir mi verdadera vocación: acompañar a las personas desde el ámbito administrativo en el sector de la salud y el bienestar, donde pudiera tener un impacto más directo en sus vidas.

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Así fue como decidí formarme en esta área, lo que me llevó a la cooperativa TAU, un espacio dinámico e inspirador. Allí tuve la suerte de conocer a Ainhoa, mi profesora de Comunicación en las relaciones profesionales, con quien descubrí el proyecto de Àgora, un lugar con el que conecté profundamente desde el primer momento. Àgora representa una visión de la educación y el acompañamiento que resuena con mis valores, y me di cuenta de que era la oportunidad ideal para contribuir al bienestar de los demás y hacer una diferencia significativa en sus vidas.

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Me considero una persona empática, optimista, resolutiva y con una gran capacidad de amar. Esta facilidad para conectar con los demás me permite crear relaciones significativas y fomentar un ambiente de respeto y colaboración. Además, mi pasión por los animales —especialmente por mi perro Dino, que siempre ha sido una parte fundamental de mi vida— me recuerda esta capacidad de amor incondicional y me inspira a cuidar y acompañar a los demás con la misma dedicación y afecto.